viernes, 13 de octubre de 2017

El anillo del Rey

Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
- "He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo".

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.

El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como la familia y gozaba del respeto de todos.
El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:
- “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”
- "¿Como lo sabes preguntó el rey”?
- “Durante mi larga vida en Palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.
En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.
- “Pero no lo leas", dijo. "Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.
Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.
Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.
Caer por el, sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.
Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento...
Simplemente decía “ESTO TAMBIEN PASARÁ”.

En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.
El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.
En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:
- “Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo
- “¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.
- “Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje... “ESTO TAMBIEN PASARÁ”
Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces el anciano le dijo:
- “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

Reflexión:

"Esto también pasará": Aceptación. Templanza. ¡Qué grandes conceptos! 
Tanto la aceptación como la templanza son fundamentales para nuestro bienestar emocional.  Muchas veces nos vemos en situaciones muy difíciles, a punto de entrar en la desesperación, como el Rey ante sus enemigos: el estrés diário, las preocupaciones del día a día, el trabajo, llegar a fin de mes.. se nos hace todo un mundo, y perdemos la perspectiva. Pero "esto también pasará". El Rey ante una situación muy difícil se sumió en la desesperación, pero la conciencia de que esa emoción era pasajera le ayudó a dejarla pasar, a recuperar la calma mental:  "fue consciente que se cernía sobre él un gran silencio", ese silencio es la claridad mental a pesar de lo difícil de la situación, lo que le ayuda a superarla, pues no sucumbe a la desesperación. (La desesperación bloquea, impide actuar o nos hace reaccionar de forma instintiva, violenta, irracional) También en la situación de euforia ante la victoriael Rey fue consciente de que la euforía pasaría: y pudo disfrutar de la victoria con claridad mental, sin dejarse llevar por la euforia y la soberbia del momento.
Hay cosas que podemos cambiar, mejorar, podemos esforzarnos y avanzar. Pero también hay veces en las que no podemos hacer nada porque no depende de nosotros. En la vida suceden fatalidades que no podemos cambiar, frustraciones cuando las cosas no salen como nos gustaría.. esto nos puede generar rabia, rencor, una tristeza profunda, bloquearnos.. y para poder superarlo hemos de templar nuestras emociones y aceptar que hay cosas que no podemos cambiar.
A partir de la aceptación podremos recuperar la claridad y serenidad para seguir avanzando.
Las sensaciones intensas como la rabia o la euforia nos hacen perder la objetividad por completo, de ahí la importancia de no encallarnos en las emociones y dejar que pasen, para poder analizar la situación presente y tomar decisiones  desde la templanza.
El luchar contra lo que no nos gusta, quedarnos en el rencor y la rabia de que las cosas no sean como esperamos, nos hace más desgraciados: hemos de aceptar lo malo tanto como lo bueno, pues al final todo pasará: y lo importante es disfrutar del camino.

El círculo del noventa y nueve

En un país no muy lejano había un rey muy triste, el cual tenía un sirviente que se mostraba siempre pleno y feliz.
Todas las mañanas, cuando le llevaba el desayuno, el sirviente lo despertaba tarareando alegres canciones de juglares. Siempre había una sonrisa en su cara, y su actitud hacia la vida era serena y alegre.
Un día el rey lo mandó llamar y le preguntó:
-Paje, ¿cuál es el secreto?
-¿Qué secreto, Majestad?
-¿Cuál es el secreto de tu alegría?
-No hay ningún secreto, Alteza.
-No me mientas. He mandado cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.
-Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, estamos vestidos y alimentados, y además Su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas que nos permiten darnos pequeños gustos. ¿Cómo no estar feliz?
-Sino no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey- Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.
El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.
El rey estaba furioso, no conseguía explicarse cómo el paje vivía feliz así, vistiendo ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le preguntó:
-¿Por qué él es feliz?
-Majestad, lo que sucede es que él está por fuera del círculo.
-¿Fuera del círculo? ¿Y eso es lo que lo hace feliz?
-No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.
-A ver si entiendo: ¿estar en el círculo lo hace infeliz? ¿Y cómo salió de él?
-Es que nunca entró.
-¿Qué círculo es ese?
-El círculo del noventa y nueve.
-Verdaderamente no entiendo nada.
-La única manera para que entendiera sería mostrárselo con hechos. ¿Cómo? Haciendo entrar al paje en el círculo. Pero, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo. Aunque si le damos la oportunidad, posiblemente entrará por si mismo.
-¿Pero no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
-Si se dará cuenta, pero no lo podrá evitar.
-¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos lo hará?
-Tal cual, Majestad. Si usted está dispuesto a perder un excelente sirviente para entender la estructura del círculo, lo haremos. Esta noche pasaré a buscarlo. Debe tener preparada una bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de oro.
Así fue. El sabio fue a buscar al rey y juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. El sabio guardó en la bolsa un papel que decía: "Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le cuentes a nadie cómo lo encontraste".
Cuando el paje salió por la mañana, el sabio y el rey lo estaban espiando. El sirviente leyó la nota) agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció. La apretó contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta.
El rey y el sabio se acercaron a la ventana para ver la escena. El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa, dejando sólo una vela, y había vaciado el contenido de la bolsa. Sus ojos no podían creer lo que veían: ¡una montaña de monedas de oro! El paje las tocaba, las amontonaba y las alumbraba con la vela. Las juntaba y desparramaba, jugaba con ellas... Así, empezó a hacer pilas de diez monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres, cuatro, cinco pilas de diez... hasta que formó la última pila: ¡nueve monedas! Su mirada recorrió la mesa primero, luego el suelo y finalmente la bolsa.
"No puede ser", pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era mas baja. "Me robaron -gritó-, me robaron, ¡malditos! "Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas. Corrió los muebles, pero no encontró nada. Sobre la mesa como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había noventa y nueve monedas de oro. "Es mucho dinero -pensó- pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo. Cien es un número completo, pero noventa y nueve.
El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, tenía el ceño fruncido y los rasgos tensos, los ojos se veían pequeños y la boca mostraba un horrible rictus. El sirviente guardó las monedas y, mirando para todos lados con el fin de cerciorarse de que nadie lo viera, escondió la bolsa entre la leña. Tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda número cien? Hablaba solo en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla; después, quizás no necesitaría trabajar más. Con cien monedas de oro un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas de oro se puede vivir tranquilo. Si trabajaba y ahorraba, en once o doce años juntaría lo necesario. Hizo cuentas: sumando su salario y el de su esposa, reuniría el dinero en siete años. ¡Era demasiado tiempo! Pero, ¿para qué tanta ropa de invierno?, ¿para qué más de un par de zapatos? En cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.
El rey y el sabio Volvieron al palacio.
El paje había entrado en el círculo del noventa y nueve. Durante los meses siguientes, continuó con sus planes de ahorro. Una mañana entró a la alcoba real golpeando las puertas y refunfuñando.
-¿Qué te pasa? -le preguntó el rey de buen modo.
-Nada -contestó el otro.
-No hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
-Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría Su Alteza, que fuera también su bufón y juglar?
No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.

Reflexión:

Muchos de nosotros hemos entrado en el círculo del noventa y nueve alguna vez:sentimos que nos falta algo para estar completosy pensamos que  sólo entonces podremos disfrutar de lo que tenemos. Como siempre algo "falta" parece que la felicidad deberá esperar hasta que todo esté completo... y entramos en un círculo en el que nunca podemos gozar de la vida.
Muchas veces pensamos que la satisfacción y el bienestar llegarán "cuando tenga un buen sueldo" o "una buena casa", "cuando me case", "cuando tenga un hijo", "cuando me jubile y tenga tiempo", cuando consiga tal o cual meta.. sin embargo el bienestar y la plenitud ha de venir de dentro, no desde fuera, y estar presente a lo largo de todo el camino de nuestra vida. Nos generamos insatisfacción y sufrimiento si nos centramos en añorar lo que nos falta y dejamos de disfrutar de lo que si tenemos.
Esta es la trampa del círculo: no entendemos que con 99 podemos ser felices, podemos sentirnos plenos a lo largo del camino,  si nos centramos en esa moneda que creemos que falta y dejamos de valorar lo que tenemos nunca estaremos "completos" siempre nos faltará algo. 
No dejemos de disfrutar de lo que tenemos por añorar lo que creemos que nos falta.

¿Por qué perdonar?

Tú te beneficias enormemente cuando decides perdonar y lo mismo ocurre con todos a tu alrededor. Ya sea que necesites perdonar a los demás, o la necesidad de perdonarte a ti mismo, al hacerlo te libera del pasado y te permite cumplir con tu verdadero potencial. El perdón permite liberarte de las creencias y actitudes limitantes. Liberar tus energías mentales y emocionales para que puedas aplicarlas a la creación de una vida mejor.

El perdón te ayuda a alcanzar incluso tus metas más prácticas e inmediatas. Tal vez quieras un trabajo mejor, para ganar más dinero, tener mejores relaciones, o vivir en un lugar más agradable. El perdón te ayuda a lograr todo esto. Si no has perdonado entonces, una parte de tu energía de vida interior está atrapada en el resentimiento, la ira, el dolor o el sufrimiento de algún tipo. Esta energía vital atrapada te limitará. Es como si trataras de montar en bicicleta con los frenos parcialmente puestos todo el tiempo. Te hace más lento, te frustra y hace que sea difícil avanzar.

Las decisiones que tomes y las cosas que creas que son posibles todas serán influenciadas por las formas en las que no has perdonado. A medida que aprendas a perdonar la energía que estaba yendo hacia a pensamientos y sentimientos tristes consigue liberarse y puede fluir a crear la vida que deseas en lugar de limitarte, o crear más sufrimiento.
Si no quieres aprender a perdonarte a ti mismo para beneficiarte; entonces, aprende a perdonar para que puedas beneficiar a otros. A medida que aprendas, tú beneficias a todo el mundo que está en contacto contigo. Tu pensamiento será más claro y más positivo que antes. Tú tendrás mucho más para dar y más fácilmente disfrutarás compartiendo lo que tienes. Tú te convertirás naturalmente y fácilmente más amable, generoso y más solidario con los demás, – sin tener que luchar para lograrlo. Vas a tener una actitud más feliz y más positiva con las personas en tu vida y van a responder más positivamente a ti a cambio.
¿Es una persona que perdona más fácil de estar cerca que una que no perdona? Sí, por supuesto que lo es. Una persona que perdona siempre es mucho más fácil de estar cerca de que una que no perdona. La calidad de tu vida depende de la calidad de tus relaciones. Cada aspecto de tu vida va a cambiar para mejor a medida que aprendas a perdonar; ya sea en tu familia, tu vida laboral o tu vida social. Aprender a perdonar mejorará todas tus relaciones, debido a que tu actitud va a mejorar. A medida que tus relaciones mejoren, entonces todos los aspectos de tu vida también mejorarán.
Si deseas pasar al siguiente nivel de abundancia financiera y éxito, el perdón te ayudará a lograrlo. Por ejemplo, si quieres más dinero en tu vida necesitas asegurarte de que no te molesta la gente que tiene más dinero que tú. Las personas con más dinero que tú son las mejor situadas para ayudarte a tener más dinero también. Si, como algunas personas hacen, te molesta “la gente con dinero”, entonces no serás capaz de ayudarte, porque no estarás abierto a ellos, mientras que estés ocupado resintiéndolos. Del mismo modo, si tienes una actitud positiva hacia las personas que tienen más éxito que tú (les sonríes en lugar de fruncirles el ceño) te verán como accesible y es más probable que deseen trabajar contigo, o socializar contigo.
Si quieres un mejor trabajo, y ganar más dinero, y luego tener una actitud positiva hacia el lugar donde trabajas, hacia tu jefe, hacia tus compañeros y hacia los clientes, ayuda inmensamente. Las personas que tienen una actitud positiva, útil destacan en cualquier situación. Nunca se puedes tener éxito en una organización que no quieres que tenga éxito, porque no vas a dar tu mejor. Si no das tu mejor, haciendo el mejor trabajo posible, entonces no recibirás lo mejor que puede venir hacia ti. El perdón te ayudará a tener el tipo de actitud que te dará mucho éxito en tu trabajo.